La historiografía sobre Sigüenza, ya tan abundante y especializada, resulta inasequible para un aficionado. Mi labor ha sido resumir y divulgar las obras más generales. En realidad, lo que he intentado es hacer literatura: transmitir una emoción. Hacer sentir el vértigo y profundidad de la historia seguntina, como si los siglos y el quehacer de los obispos pudieran pasar ante nosotros convertidos en narración amena y con sentido; y en ese vuelo hacer meditar sobre el espesor histórico de Sigüenza. Mi deseo es que, cuando la contemplemos, la sintamos más próxima a su verdadera realidad.