La verdad más prosaica de la ficción es su origen humilde:lo social. Su gran mentira fue proclamar como un mantra la cínica afirmación de que, en la novela, cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. En el reino de la ficción, pese a la arrogancia de quienes defienden la entelequia del arte por el arte, los universos sociales siempre interfieren y se interpolan con los mundos imaginarios. Los mundos posibles (e imposibles) de la ficción siempre son mundos narrativos saturados de energías sociales.